David contra Goliat es una de las historias que más se emplea en el fútbol cuando el equipo pequeño, el equipo que se acostumbra a ver como los grandes sonríen, como los grandes le humillan, como se jactan de su hegemonía, tiene opciones de ganar. En Francia esta historia se ve reflejada a las mil maravillas en la famosa serie de dibujos animados ‘Asterix y Obelix’, en la que el pueblo galo, representando la fortaleza del pequeño, que pese a sus limitaciones, consigue destronar y masacrar con su pundonor al equipo grande.

La final de la Coupe de France se jugará en París, en el lugar que vio forjarse a René Goscinny, el creador de Astérix y Obelix. Goscinny nació en 1959 y en aquel año la Coupe de France se la llevó el Le Havre, la única de su historia cabe matizar. Era el equipo pequeño y se enfrentaba al dominador de aquella época, al Sochaux del sueco Brodd, leyenda absoluta ‘Sochalien’; era también el Sochaux de Rene Gardien. Un Gardien que estuvo 12 años en el Sochaux y en su último año -1959- anunció que se marchaba al Lille. Él quería ganar la final por encima de todo y ellos sabían que eran favoritos.

Gardien anotó el gol que forzaba en los últimos minutos de la prórroga la tanda de penaltis. El Le Havre demostró ser un equipo valiente, sin ningún complejo y con un estilo basado en el balón aéreo. Y a pesar de las dificultades consiguió llevarse la Coupe de France en una tanda de penaltis inédita en la que el Sochaux erró sus 3 penaltis. Navarro, el autor del penalti que daba la única Coupe de France de la historia al Le Havre era español. Se había formado en las categorías inferiores del Athletic y a pesar de que no hay apenas referencias suyas en internet, aquel gol significó mucho para Francia en general. Un Navarro que le marca en dieciseisavos al Guingamp, a un Guingamp que representó en 2009 las almas de todos aquellos futbolistas que jugando en un equipo pequeño, han deseado con ganar algún título, que por muy mínimo que sea, te de felicidad en un deporte que aglomera a todos los sentimientos posibles.

Vayamos por partes, en 1971, el Rennes consiguió ganar la Coupe de France, y, 42 años después, no ha vuelto a ganar ningún tanto a nivel nacional como internacional. Un año después nacía en Brest, Jocelyn Gourvennec en Brestois. Brest pertenece a bretaña, una región el la que pasar de un equipo bretón a otro significa traicionar a tu región. Gourvennec, en vez de jugar en el Brest, se marchó pronto al Lorient. Allí pasó sus primeros años de su vida como defensa, desplegando un físico atronador y vivo que le hacían imponerse por encima de los demás. Su superioridad fue tal que en 1980, debutó en Ligue 2 con el primer equipo. Disputó tan sólo 14 encuentros, anotando un sólo gol. El Rennes, un equipo al que los aficionados del Lorient odian a muerte -odian a todos, pero a les rouges son el equipo al que más rabia, por así decirlo, le tienen- apareció por el camino. Gourvennec, con tan sólo 19 años, se veía obligado a tomar una de las decisiones más delicadas de su vida: jugar en el eterno rival del club en el que te habías formado desde los cinco años. Tras varios días de incertidumbre, Gourvennec aceptó y los aficionados del Rennes no se tomaron muy bien su fichaje. En sus primeros días, hubo pitos en los partidos que el Rennes disputaba en La Route de Lorient, obligando a Jocelyn a ganarse a pulso a la afición por su juego.

Gourvennec demostró una serenidad impropia de una chaval de su edad. Hizo lo que tenía que hacer. Olvidarse del pasado y disfrutar jugando en un Rennes que con él, volvió a dar guerra. Cuando Gourvennec llegó al Rennes, los bretones estaban cerca de desaparecer, al igual que Brest y Guingamp. El inicio de la década de los 90 fue un varapalo económico para una Bretaña que sólo sobrevivió con ayudas procedentes desde París y el sur de Francia. Gourvennec fue nombrado mejor jugador del campeonato en la temporada 1993-1994,  y ascendió a la Ligue 1. Dejó el Rennes en una gran situación, y antes de irse al Nantes, se consagró en la Ligue 1 como un medio centro total: Tácticamente sabía siempre donde colocarse, mandaba en el campo a sus jugadores, les animaba y además, llegaba y llegaba, fuera para marcar goles o para otorgarlos. De ahí que anotara 50 goles en sus 150 partidos con los bretones, llegando como un feroz central y terminando su periplo como uno de los mejores medio centros de la Ligue 1, lo que le valió para ir con la selección francesa sub21, con la que disputó cinco encuentros, anotando un gol.

Gourvennec siguió sumando y pasó el final del siglo repartido entre Nantes, con el que disputaría las semifinales de la Champions en 1996, siendo una pieza clave en el plantel y OM. De la mano de Rolland Courbis en el OM volvió a demostrar que era un medio centro total, siendo decisivo en varios encuentros de la antigua Copa de la UEFA que el OM acabaría perdiendo ante el Parma. Gourvennec se llevaría su segundo garrotazo consecutivo en apenas un año, pues una temporada antes se quedó sin ir convocado para el Mundial de Francia, habiendo realizada una de sus temporadas más completas como futbolista. A raíz de esa final, la carrera del bretón se dilapidó. No volvió a ser el mejor futbolista, y pese a que volvió al Rennes en 2000, vio como su eterno rival, el Guingamp, de la mano de Drogba y Malouda, triunfaba en Bretaña, instaurándose como un equipo emergente que apostaba por los jóvenes. Gourvennec pudo fichar por aquel Guingamp, pero como era el máximo rival del Rennes, les terminó rechazando. El destino ha querido que Gourvennec pueda ganarle una final por segunda vez al Rennes con el eterno rival del club. Bastia, Angers y Clermont fueron los últimos equipos de un Gourvennec que se retiró a los 36 años de edad, para sacarse el título de entrenador.

Como entrenador, Gourvennec permaneció dos temporadas en el modesto La Roche, de 2008 a 2010, donde apenas pudo sacar muchas conclusiones, pues llegó al club estando en quinta división -CFA 2- y no tuvo los medios suficientes para enmendar la situación. De manera ináudita, el Guingamp, que atravesaba también un momento enfermizo, quiso contratarle para que sustituyera a Francis Smerecki. Gourvennec, nacido en Brest, rival por antonomasia junto al Rennes del Guingamp, volvía a ponerse en un compromiso para pensarse la oferta. Irse a Guingamp, después de haber nacido en Brest y haber jugado y triunfado en el Rennes como jugador, quizás no era la mejor opción para un entrenador sin apenas experiencia. Pero él sabía que en el fútbol, hay que olvidar el pasado, y más, si la oportunidad es para entrenar a un equipo que está en Ligue 2, con un proyecto a largo plazo. Obviamente, los odios a Gourvennec se multiplicaron desde su fichaje. En Rennes, los aficionados de Les Rouges quemaron un recinto en honor a su nombre, y también, incineraron varias de las camisetas que todavía circulaban en E-Bay. En Bretaña, el odio es muy profundo si te vas de un equipo a otro, pero es aún mayor, si te vas del Rennes al Guingamp, el derbi bretón por excelencia junto al Rennes-Guingamp.

Gourvennec no es que hiciera una gran temporada en 2009 en Ligue 2, es más, los bretones acabaron a sólo tres puntos de descenso, salvándose en la última jornada. En la Coupe de France, todo era lo contrario. El Guingamp había sorprendido a Francia, eliminando a rivales bastante superiores. La primera final bretona para Gourvennec llegó en octavos, cuando se enfrentaron al Brest, la ciudad en la que había nacido. Por suerte, el partido se celebró en el estadio del Guingamp, y el resultado terminó 2-1. Nada más finalizar dicho encuentro, Gourvennec declaró ‘Si odias en el fútbol pierdes, si amas al enemigo y lo respetas, vences’ una frase que frenó la radicalización entre hinchas de Brest y Guingamp por unos meses, de la que saldría siempre vencedor el equipo de Jocelyn.

Tras superar a Sedan y Toulouse, el Guingamp disputaría su segunda final de la Coupe de France, tras la final perdida en 1997 ante el Niza en los penaltis, en una final en la que los bretones merecieron ganar, y que precisamente estaba entrenada por Smerecki, entrenador que había abandonado el Guingamp un año antes, en 2008, antes de la llegada de Gourvennec. La final fue un dominio abrumador para el Rennes, que salió con rabia a ganar un título, algo que no hacía desde 1971, un año antes del nacimiento de Gourvennec, también. El gol de Bocanegra hizo que la final pareciera sentenciada, pero un omnipresente Eduardo, MVP de la final, y pichichi del torneo, anotaba dos goles para la historia. El Guingamp había conseguido un hito histórico. Ser el primer equipo de la historia de la Ligue 2 en ganar el torneo, ganar a su eterno rival, estando en Ligue 2 y en dificultades económicas, y participar en la Copa de la UEFA, donde sucumbiría ante el Hamburgo, imponiéndose la lógica. Gourvennec además, había dejado sin título a su querido Rennes, el equipo que le permitió dar el salto a la Ligue 1, y con el que se destapó como un completo medio centro.

En medio de tanto revuelo, el Guingamp viviría uno de los momentos más amargos de su historia. A la temporada siguiente, y ante las numerosas lesiones de sus jugadores clave, el equipo descendía a National contra todo pronóstico, una categoría que no disputaba desde hacía mucho tiempo. Fue entonces cuando el equipo estuvo a punto de desaparecer, y el club pudo largar a Gourvennec, pero ante la falta de dinero, continuó en el cargo. Las casualidades no existen, pero si se llega a ejecutar esta decisión, posiblemente ahora no os estaría contando la historia del Guingamp. El caso es que ante la falta de efectivos, dinero, y recursos, Gourvennec sacó a relucir a una serie de jugadores jóvenes con muy buena pinta, entre los que se encontraban Bakary Kone (20 años); Gianelli Imbula (18 y clave en el ascenso); Anthony Knockaert (19 años), o jugadores veteranos, como el incombustible y eterno capitán, Lionel Mathis, al que le llovieron ofertas tras consumarse el descenso, pero que tuvo la firme decisión de permanecer en el equipo de sus amores hasta el final. Sin duda, ejemplo de profesionalidad, pues gracias en parte a esa pareja Mathis-Imbula que se sacó Gourvennec de sus limitados recursos, el Guingamp ascendía a Ligue 2 un año inmediatamente después de su dramático descenso. Gourvennec lo volvía a lograr. Volvía a sacar al club de una situación delicada, demostrando fidelidad tras haber sido considerado traidor antes de todo lo vivido anteriormente.

Los dos años posteriores, confirmaron y revitalizaron aún más al entrenador nacido en 1972 en Brest. Volvió a apostar por jugadores jóvenes, pero además, fichó a un delantero africano llamado Yatabaré, que fue el mayor acierto del club tras el fichaje de Drogba, allá por 2001. Yatabaré, formó junto a Atik -jugador turco que coincidió con el delantero guineano en el Boulougne una temporada antes-, otro acierto suyo, además del de fichar a un mito como Cédric Faure para complementar aún más su poderío ofensivo, que, unido al físico de medio centros como Mathis, Imbulla o Diallo y gracias a una defensa veterana, ascendía a la Ligue 1 diez años después de su mejor temporada histórica, en 2002, cuando Gourvennec rechazaba al club como jugador, estando en el Rennes.

Es evidente que mucha de la culpa del ascenso la tiene Gourvennec. Un entrenador joven, con las ideas muy claras y que supo adaptarse a las características de cada jugador. El hecho de reconvertir a Mathis en una roca defensiva, o por el contrario, convencer a Faure que a su 34 años podía ser un futbolista importante en un equipo de segunda división francesa, fueron varios de sus logros. El 4-3-3, desde el descenso a National, se ha mantenido como fundamento no negociable para él. Además, explicó hace dos temporadas, que este esquema te permite tener hombres suficientes para atacar y defender en todas las líneas, y que es el más eficaz.

En la Ligue 1, Gourvennec volvió a ser protagonista, y esta vez, también para bien. Su Guingamp ocupaba plazas europeas en las primeras siete jornadas de Ligue 1. El equipo volvió a soñar con una temporada similar a la de 2002, en la que ya hemos citado a Drogba y Malouda, y para más inri, en su décimo aniversario. Perdió a Imbula pero ficho a Beauvue, Sankhare, y mantuvo a prácticamente todos los jugadores que habían ascendido a la Ligue 1 una temporada antes. Su gran inicio contrastó con las jornadas siguientes. Lesiones, plantilla corta e irregularidad fuera de casa condicionaron la primera temporada de Gourvennec en Ligue 2. Pero él, como ha demostrado siempre, supo redimirse y en los partidos clave por la salvación, ganó casi todos.

Gourvennec, conocedor a la perfección del fútbol bretón, vio en la Coupe de France una vía de oxígeno para contrarrestar la irregularidad en Ligue 1. No tuvo a grandes rivales en su camino, hasta que en las semifinales, se toparía con el multimillonario Mónaco, un equipo similar en potencia y grandeza al Toulouse de 2009. Los James, Toulalan, Abidal, Rivière, Berbatov no iban a poner para nada, sencilla, la final del Guingamp. Gourvennec volvió a diseñar un plan perfecto, esta vez impulsando el repliegue y la feroz contra del equipo para aniquilar a un Mónaco, que salió humillado de Bretaña. El Guingamp había vuelto a obrar una auténtica proeza, que pocos equipos volverán a repetir, si es que algún día les da por vivir una situación tan dramática como la que ha vivido el Guingamp, antes de cosechar tantos éxitos. Para triunfar en el fútbol hay que sufrir. Gourvennec, sufrió en sus carnes lo que es Bretaña. En el fútbol, ante todo hay que ser profesional, y el francés, entendió que hay que olvidar el pasado y mirar siempre al presente, para intentar ser un buen entrenador.

El pasado se le volverá a cruzar a Gourvennec este sábado ante el Rennes, con el eterno rival. El Rennes siempre ha sido su equipo y el nunca lo has escondido para reconocerlo en ruedas de prensa. El Guingamp volverá a buscar un milagro que ya logró en 2009 precisamente ante el Rennes, ese Rennes que tantas lágrimas ha provocado Gourvennec en el centro del campo. El Rennes en parte, salió de la Ligue 2 y está en Ligue 1 ahora mismo, gracias a él, gracias a Jocelyn Gourvennec.