David contra Goliat. La peligrosidad de los pequeños cuando quieren ser grandes y ese afán por desbancar a héroes y demostrar el “yo también puedo”. Así llega el Mónaco a enfrentarse al Guingamp en las semifinales de la Coupe de France, ante un David con ganas de lograr aquello que ya logró en 2009. Soñar con volver a soñar.

Mónaco nunca fue Francia. Dentro del terreno de juego todo empieza a cambiar. Príncipes se convierten en guerreros galos y el Louis II en un perfecto campo de batalla. Allí, entre todas las batallas ganadas y perdidas: una más. La lucha por la Copa de Francia. Semifinales ante un rival aparentemente sencillo. En Bretaña, sin embargo, no se dejan vencer por las apariencias. Tampoco por cifras. En Guingamp ya saben lo que es ganar la Copa, en Mónaco ya saben lo que es luchar con todo para no caer. Unos, segundos en La Ligue 1 y con uno de los máximos goleadores de este torneo entre sus filas. Los otros, aferrándose a Primera. La semifinal, sin embargo, no entiende de precedentes sino que comprende el hoy. Hacer historia o contarla, otra vez.

Los del principado llegan con ganas de una más, la sexta. Con necesidad de victoria, ganas de victoria. Esa sensación que no recuerdan desde 2003, cuando ganaron La Copa de la Liga y a la que se aferran en este campeonato, por ser el único al que aspiran en esta temporada. Llegados a este punto: Ganar o caer. Luchar, al menos.  Con sed de títulos, estando fuera de la Coupe de Ligue y de la Ligue 1, a diez puntos de los líderes parisinos.FBL-EUR-C1-MONACO-CHELSEA

Liderados por un Raineri al que deben pitar los oídos. Rumores en diarios franceses repiten estos últimos días el interés de los monagescos por el Cholo Simeone, tras su éxito en liga española y Champions con los rojiblancos. La esperanza de ser, paulatinamente, lo que fue. El eterno retorno. Volver a aquel 2004 que fue y escribir una historia con, pese a habladurías, noventa años de páginas contadas.

El Mónaco, ese equipo del que dicen que no tiene historia. Mónaco y sus 7 Ligas, 5 Copas de Francia, 1 Copa de la Liga. y 4 Supercopas de Francia. Una historia con capítulos subrayados y postits en las esquinas: aquella UEFA de Henry y Trezeguet, aquel Fernando Morientes que se convertía en el máximo goleador de Europa en 2004 y que dejaba fuera de competición al Real Madrid (equipo por el que estaba cedido). El fútbol francés estaba ahí, vivo, dando que hablar.

Las luces y las sombras. Lo que vino después. El abismo. La Ligue 2. Lo efímero de la gloria y el camino de Europa al Louis II. La lucha por liderar la Copa de los Campeones había pasado a ser la de hacerse un hueco entre los demás. La lucha por el ascenso. El camino hacia lo que fue. Y allí, Claudio Ranieri, como artífice, como estratega para reagrupar un equipo deshecho, con jugadores nuevos entendiendo que no había camino por recorrer. Donde no funcionaban las partes separadas, sino como un todo: un equipo.

Un equipo capaz que llega ahora a semifinales. Que luchará contra Guingamp bajo el mandato de aquel que logró devolver la paz al principado: Claudio Ranieri. Él y su armada, sus príncipes y guerreros galos, ganar o morir, lejos de rumores, del mañana, del qué pasará. No viene solo: Riviere,  Rodríguez, Kurzawa, Germain y los demás quieren devolver a Mónaco su historia. Una historia basada en el talento, del que decía Umbral, no es más que cuestión de insistencia.