El PSG abusa de un inocente Nantes


El PSG suele ganar fácil. Pero si además al rival le da por ser valiente en el Parque de los Príncipes, es difícil que el resultado de la ecuación sea otra cosa que un destrozo. Y eso es lo que aprendió el Nantes en su visita a París. La humilde jovencita que viaja a la gran ciudad para convertirse en estrella y recibe varios tortazos, uno tras otro, que le devuelven a la cruda realidad. Der Zakarian quiso ser fiel a su estilo pese a tener delante a una bestia. Vistió sus mejores galas, puso una sonrisa que pretendía derrochar seguridad y se presentó frente al adusto director de la obra para pedirle un papel.
La presión con la defensa adelantada del Nantes era un caramelito para los de Blanc, una invitación a la locura. Aún así el director, consciente de su posición de superioridad, mantuvo la calma y esperó su momento. Exactamente 19 minutos tuvo que mantener las formas, y justo cuando la inocente recién llegada empezaba a encontrarse segura, le dio el primer palo. Fue en un córner, obra de Thiago Silva tras un rechace de Riou.
El PSG mantuvo bajo control el ritmo de la reunión, dejó que su contrincante sintiese una seguridad ficticia, que se dejase llevar por la utópica idea de que jugar en París no es diferente a jugar en cualquier otro punto de la geografía francesa. No apretaba el local para no asustar a su presa, sabía que sólo necesitaba dejar fluir la conversación para que apareciese la ocasión de dar un segundo bocado. Y así, mezcla de la inocencia de uno y la inteligencia del otro, Verratti forzó un penalti que Ibrahimovic se encargaba de transformar con calma y una sonrisa pícara.
Así la chica encontró sus ilusiones derrumbadas sin saber exactamente qué había pasado. Pero no le importó. Había ido allí con una idea entre ceja y ceja y lo que le pudiese decir o hacer el director de la función no le haría cambiar. Se miraron unos momentos a los ojos, y el inteligente parisino supo que podía hacer lo se propusiera esa noche. Y así fue. Motta primero, tras una gran dejada de cabeza de Matuidi, y después Cavani concluyendo una jugada que se inició con otro regalo del Nantes, pusieron el marcador en 4-0 cuando apenas había trascurrido un cuarto de hora de la segunda mitad.
A esas alturas a la visitante ya no le importaba el final de la historia, sólo quería volver a casa. Se dejó llevar al ritmo que le marcaban. Ibrahimovic firmó el quinto en la fiesta parisina. En los siguientes minutos el PSG siguió buscando las cosquillas al inocente rival, pero se encontró con una pequeña brizna de orgullo, representada por los guantes de Riou, que se plantó y dijo basta. Poco a poco el ritmo fue decayendo, uno ya se había divertido bastante y el otro no quería sufrir más. Y así, la pueblerina se marchó de la gran ciudad pensando que tal vez la próxima ocasión sería menos ella misma y se pondría unas galas más serias.