Francia y su Movimiento Armónico Simple

Debería resultar fácil preparar un partido amistoso, un encuentro en el que no te juegas nada, ni ganar ni perder, simplemente entrenar con vistas puestas a una cita de carácter importante. Sin embargo, cuando te llamas Francia, todo amistoso se convierte en un encuentro de vida o muerte.

Sentimientos de miles de aficionados se superponen con los de los jugadores para llevar en volandas al equipo en busca de la victoria. La prensa si no ganas te critica y si ganas te vanagloria. Es en lo que se ha convertido la selección de Didier Deschamps, un cúmulo de dudas que desaparecen cuando se demuestra cierta superioridad aunque sea en un partido sin trascendencia.

Tras el enfrentamiento de ayer, muchos ya empiezan a considerar que los galos tienen todas las papeletas para ganar el Mundial. Yo, pies en el suelo, pienso: “Es Noruega, no van ni a Brasil. Hace más de una década que no están en una gran cita”.  

Yo no seré el que quite la ilusión a la gente, porque en buena medida, es de ese sueño del que se vive día tras día. No hay sentimiento más profundo, futbolísticamente hablando, que ver ganar a tu país un campeonato del mundo, y en Francia lo saben muy bien.

Curioso el dato, de que antes de ganar el Mundial de 1998, la selección gala se pasó 32 encuentros sin conocer la derrota. Y es que fue, desde aquel gol de Kostadinov en ese fatídico Francia 1-2 Bulgaria, cuando el chip cambió y desde entonces arrasaron a todo rival que intentase usurpar las iluisones de “Les Bleus”.

Pero, tras esos buenos resultados, y lograr también la Eurocopa del 2000, volvemos al declive en el Mundial del 2002. En el 2006, ascendemos al penúltimo escalafón de la gloria, y en el 2010 otra vez pernoctamos en el inframundo de la desdicha. Si pudiéramos hacer un símil con la física, Francia se consideraría un movimiento armónico simple, como si de un péndulo se tratase. Parte de una posición neutra, y cada cuatro años, va oscilando en su trayectoria. Unas veces está arriba y otras veces está abajo, pero nunca hay término medio. Y este año, según las leyes físicas, le toca volver a la cúspide.

Ayer se vio la cara buena de Francia, me recordó a la del partido de repesca contra Ucrania en Saint-Denis. Y esa selección sí que puede ser una de las favoritas a hacer algo grande.

Se ha quitado ya la máscara una gran estrella, Antoine Griezmann, que con sólo dos partidos internacionales en su haber, ya toma la voz cantante del combinado galo. Se está recuperando al mejor Valbuena, quien con la selección muestra su versión 3.0, tres asistencias en el día de ayer. Y me levanto de mi silla para alabar la calidad de Paul Pogba, permitiéndose emular en ciertos aspectos al gran Zidane con esa maestría en el manejo del esférico.

Ahora bien,  lo más destacado para mí, fueron los remates de cabeza. Hacía más de un año que Francia no lograba un gol con la testa. Ayer tuvo bastantes remates, hasta que por fin llegó el gol de Giroud, ante una selección nórdica que se caracteriza por su buen juego aéreo.

En definitiva, no se puede poner ningún pero a Francia. El problema que va a tener Deschamps es saber quiénes van a ser los titulares, porque con el partido de ayer, se puede reabrir el debate de “el uno o el otro”. Quizás los amistosos solo sirvan para liarte aún más…