Thiago Motta: la nota invisible del pentagrama

Cuando hablamos del Paris Saint-Germain no podemos evitar una sonrisa al pensar en la magia y las locuras de Ibrahimovic, en los cambios de ritmo de Lucas o en la magestuosidad de Thiago Silva liderando la zaga. Se nos viene a la cabeza la calidad de Cavani y la velocidad de Lavezzi, perfectos complementos para las genialidades de Zlatan. Incluso pensaremos en la visión de Verratti y en el incansable trabajo de un Matuidi que partido a partido se gana un hueco entre los mejores centrocampistas del continente.

No cabe duda que Laurent Blanc ha dado con la tecla que convierte una irregular melodía en una sinfonía que roza la perfección, en la que cada nota mejora a la anterior. La instauración del 4-3-3 como sistema habitual ha significado un paso más respecto a lo iniciado por Ancelotti, que se había asentado en el 4-4-2 víctima de una teoría resultadista que dejaba de banda una evidencia: el PSG no jugaba al nivel que le correspondía por su plantilla. Los fichajes llegados en verano ayudaron a dar este salto de calidad y otorgaron profundidad a un equipo cuyo objetivo es alzarse con el cetro europeo que tantos años lleva alejado de tierras galas.

Sin embargo y pese a la innegable importancia de los nuevos futbolistas y de la aportación del técnico, hay un factor clave, y al mismo tiempo ignorado, para la mejoría del juego del conjunto capitalino. Y es que parece que en los últimos coletazos de su carrera Thiago Motta se ha encontrado a sí mismo, alejado de los focos y sin presión, el ítalo-brasileño es la pieza que da sentido a la distribución sobre el tablero de Blanc. Aquel chico descentrado al que las lesiones no dejaron afianzarse se ha convertido en un hombre consciente de que Paris le brinda una segunda -y probablemente última- oportunidad de demostrar que puede rendir bien en la élite.

Foto vía le10sport.com
Foto vía le10sport.com

Tras estar la pasada campaña más tiempo en la enfermería que sobre el césped, Motta llegó en agosto a Paris con un objetivo entre ceja y ceja: hacerse con un puesto de titular en una de las plantillas con más competencia de Europa. No sólo debía aguantar físicamente, sino que era absolutamente necesario hacer ver al cuerpo técnico que podía aportar algo que nadie más aportaba en el puesto de pivote defensivo, un rol comprometido y con mucha responsabilidad en un sistema basado en la presión con las líneas adelantadas. Si bien no hay otro jugador especializado para esa posición en la escuadra parisina, estaba claro que una serie de errores en los primeros partidos -en los que el sistema aún no estaba fijado- le podían condenar.

Pero Blanc apostó por el 4-3-3 y Motta no perdió su ocasión. Poco a poco se fue afianzando, ganando seguridad a la par que el equipo. Situado en el centro de la medular ha supuesto una liberación para Marco Verratti, que la temporada pasada se vio obligado a retrasar su posición para tapar las espaldas de Matuidi. Además de que el joven italiano no está acostumbrado a tanta responsabilidad a nivel defensivo, el equipo perdía la aportación del mismo en ataque, un hombre capaz de hacer mucho daño si tiene espacio en la zona de creación.

Así la entrada del ítalo-brasileño, que es el encargado de colocarse entre los centrales para dar salida al balón, permite a Verratti dar una paso adelante y cubrir más territorio en la fase ofensiva del equipo. Además ambos jugadores han demostrado complementarse perfectamente, buscándose el uno al otro continuamente cuando el equipo está atacando contra defensas cerradas, creando superioridad en la zona media y combinando con Ibrahimovic, que al mismo tiempo con el espacio que deja delante permite la llegada por sorpresa de uno de los dos desde segunda línea.

La misma liberación surge efecto a nivel defensivo. Motta le ha dado al PSG la seguridad suficiente como para dar un paso adelante en la presión sobre la salida del rival. Su inteligencia posicional ha insuflado al equipo el valor para ser más agresivo cuando el oponente tiene el balón, algo que se echó en falta con Ancelotti. En muchas ocasiones se puede ver a Matuidi y Verratti alineados con los delanteros, siendo Motta el que se queda como cierre para disputar los balones divididos en las atropelladas salidas del contrincante. Así recupera numerosas posesiones en zonas avanzadas, que con la pólvora ofensiva de los parisinos se convierten en ocasiones de peligro.

La importancia de la recuperación del ex del Barcelona, entre otros clubes, no sólo se queda en su aportación a nivel táctico. Parece haberse destapado como un gran centrador, y Blanc le ha encargado ser el hombre que ponga el balón en las faltas laterales y córners, que con rematadores de la talla de Thiago Silva o Alex son claves en el éxito del conjunto capitalino. Así, sin hacer ruido, Motta va ganando galones y convirtiéndose en una pieza clave para la interpretación de la melodía perfecta que suena en Paris.